Historia
El edificio catalogado objeto del proyecto fue construido en 1891 y posee un patio interior longitudinal, el Pasaje, que en un principio iba a ser ocupado por comerciantes y que supone el núcleo central y estructurante de la nueva actuación arquitectónica.
El Pasaje, de índole modernista, presentaba una cubierta de estructura metálica y vidrios, hoy desaparecida, sostenida por pilares de hierro de fundición. En la zona de acceso los techos presentan elementos de gran valor estético. Aunque sin certeza absoluta, las inscripciones del chaflán de Puertas de Murcia, únicos indicios existentes, apuntan que el arquitecto Carlos Mancha fue el encargado de la obra.
Algunos de los edificios que rodean al Pasaje responden al tipo tradicional burgués de la Cartagena de finales del siglo XIX y son un buen exponente del eclecticismo local, caracterizados por tener tres plantas con balcones y entresuelo con arcos rebajados.
El proyecto
La rehabilitación del edificio original genera un tejido arquitectónico capaz de unir las distintas parcelas reunidas en el conjunto de la actuación, incorporando las fachadas protegidas a conservar, a través la recuperación y conservación de sus cualidades históricas y arquitectónicas latentes.
El nuevo complejo queda organizado por dos plantas de uso comercial y tres plantas más ático de uso residencial, incluyendo una zona intersticial dedicada exclusivamente a aparcamientos.
El edificio queda vertebrado en su totalidad con ayuda de pasarelas, que conectan entre sí las fachadas interiores del Pasaje permitiendo el acceso a las diferentes viviendas (emulando la pasarela existente en la entrada a Puertas de Murcia).
En ese sentido, el objetivo es poner en valor el patrimonio existente como fundamento lógico de un futuro consecuente, mediante la revalorización del suelo de manera sostenible, el aprovechamiento optimizado de luz y energía, y la satisfacción de las nuevas demandas de la vida urbanita.
Galerías, fachadas, patios de luz, accesos y circulaciones, son todas parte de una misma piel, la del organismo que debe reutilizar las cualidades arquitectónicas del edificio existente, y adaptarse a la geometría compleja y a las necesidades funcionales y ambientales del presente, para hacer real una convivencia constructiva que avance natural y sosteniblemente hacia el futuro.