El concepto de la propuesta apareció observando el espacio interior de la cárcel en la actualidad. El derrumbe de la cúpula ha hecho que el espacio central quede expuesto a los agentes exteriores y que las plantas empiecen a colonizar su interior. Lo mismo ha ocurrido con los patios y el foso, cuyos muros de cierre hacen que sean espacios mayormente en sombra desconectados del exterior con un microclima propio más refugiado del sol murciano. También observamos los grandes árboles de los patios frontales, que disputan la escala al edificio.
Esto nos hizo pensar que a las condiciones de aislamiento físico del exterior se les puede revertir su significado como algo positivo, ya no como un espacio de confinamiento sino como uno de protección y descanso de la vida urbana. También es un espacio que, salvo en su parte de cabecera, ha permanecido escondido para la mayor parte de la ciudadanía al otro lado de sus muros, por lo que al abrirlo estamos de alguna forma desvelando un misterio.
Estas reflexiones nos hicieron plantarnos la posibilidad de convertir el complejo en un híbrido entre las tipologías de parque/bosque/jardín botánico, plaza y edificio. Plantear el proyecto como una colonización de naturaleza que desdibuje las fronteras entre exterior e interior, lleno y vacío, y que se configure en cada uno de los patios y pabellones como un micro-mundo con sus reglas ecosistémicas propias. De esta forma al definir unas roturas del muro que conecten espacios hasta ahora separados estamos atravesando a modo de portales de un mundo a otro. El edificio pasaría a ser entonces una red de micro mundos naturales conectada a través de fisuras realizadas en su anterior estructura espacial de prisión posibilitando encuentros y actividades a resguardo de sus muros.
Regenerar vs. Rehabilitar: la memoria del lugar
Este nuevo espacio urbano colonizado por la naturaleza se abriría entonces a la ciudad ofreciendo un oasis urbano, tanto en calidad del aire como en temperatura y nombre, que sirva como lugar de encuentro, paso, esparcimiento e intercambio social y cultural.
Frente al posicionamiento clásico de rehabilitar un edificio en desuso para posibilitar programas concretos, proponemos una regeneración espacial y social en el entorno de la antigua cárcel, creando un espacio de encuentro público, que sea capaz de absorber usos y programas cambiantes y flexibles.
Asimismo esta profunda regeneración del lugar conlleva una relectura y reinterpretación de la memoria de la cárcel, ahora como un espacio recuperado y abierto a la ciudad desde un pasado de aislamiento y represión.
Habitar el vacío
La cárcel, antes cerrada, opaca, aislada, se abre a la ciudad mediante una serie de grandes perforaciones en su muro perimetral. Si bien podrían haber sido rutas de escape de los presos, ahora son ventanas que se abren a la ciudad e invitan a entrar al interior de los patios. Así, proponemos recorridos y experiencias cambiantes, accediendo al edificio a través de los patios que rodean la planta en cruz y el foso perimetral.
A través de los vacios de la cárcel, creamos un bosque ocupado, un parque urbano, una plaza pública, en los que se continúa la colonización natural vivida durante los años de abandono de la cárcel, en los que las plantas han ido ocupando todo a su paso, fundiendo interiores y exteriores.
El silencio de un jardín
La cárcel antes entendida como espacio de aislamiento forzado, tiene su réplica ahora en un espacio natural, donde ir voluntariamente para desconectar y tomar cierta distancia de la ciudad. Así, proponemos, no solo un jardín, en el que el verde es el protagonista, sino un refugio detrás de esos densos muros, que separan lo urbano de lo natural, el sol de la sombra, el lleno del vacío, el ruido de la ciudad frente al silencio de un jardín.
Nueva piel: entornos controlados
En la búsqueda de un edificio autosuficiente, que sea capaz de captar energía y reducir al máximo sus consumos energéticos, proponemos la sustitución de las cubiertas existentes, en algunos casos derruidas y en otros en estado de ruina, por unas nuevas equipadas que se abren al norte con paramentos transparentes para permitir la entrada de luz natural, y que se cierran al sur con paneles fotovoltaicos de captación solar para reducir al máximo la huella energética del edificio, creando bajo ellas un jardín botánico regulado tecnológicamente.
Por otra parte, la colocación de una serie de chimeneas solares, con aperturas controladas, permite la renovación continua de aire que posibilita el crecimiento natural y el desarrollo eficaz de la vegetación en atmósferas frescas en las que plantear diversas actividades.
La conexión digital
Al mismo tiempo que conservamos el aislamiento físico del entorno urbano, planteamos que sea un espacio hiper-conectado digitalmente. La cultura y las relaciones sociales tienen una réplica cada vez más potente en la esfera digital, por lo que para este espacio se convierta en un foco de actividad vemos necesario potenciar e integrar soporte para estas tecnologías. El complejo, además de un entorno climatológico confortable todo el año ofrecería dos servicios básicos relacionados con lo digital: una red WIFI pública y un sistema de puntos de recargar para dispositivos móviles integrados en elementos de estructura y mobiliario. Creemos que estas dos condiciones, confort y conectividad, son la clave para el funcionamiento de los espacios públicos contemporáneos. De esta forma se combinan las posibilidades de un parque público con las de algo similar a un centro informal de coworking, posibilitando actividades en todo el gradiente entre lo recreativo, lo laboral y lo cultural.
La memoria del lugar: El edificio que habla de sí mismo
Se propone la demolición de los muros que componían las celdas, posibilitando una situación mucho más abierta e iluminada, en el que los muros se reconstruyen virtualmente mediante una celosía ligera, a medio camino entre una arquitectura mínima y una instalación artística, que permite una lectura histórica de la posición de las celdas al mismo tiempo que se generan espacios de estancia, de trabajo o de lectura en torno a espacios de vegetación que crecen atravesando huecos en los forjados.
Por otra parte, se mantienen los espacios de aislamiento del ala norte del conjunto, posibilitando en su interior actividades y talleres relacionados con el mundo natural en los que semanalmente existan mercados de intercambio urbano de germoplasma de la huerta.
Panóptico: Espacio de información global
En el corazón de la propuesta, el espacio antes ocupado por el panóptico, ahora alberga un vacío que es al mismo tiempo un espacio central circular de encuentro, invirtiendose la situación de vigilante y vigilado. Dicho espacio se envuelve por una escalera que permite el acceso a los distintos niveles y que actúa en su subida como un panóptico central desde el que se vería a través de la nueva naturaleza los ahora desmaterializados muros de las celdas en una suerte de recreación virtual de la espacialidad carcelaria del edificio. Al final se accede al nivel de la cúpula, que actúa como mirador a los distintos paisajes del exterior como gesto de lo que antes era una libertad negada por los muros.