La muralla de edificios que contemplan los visitantes que se acercan a Cartagena desde el mar, es terrosa y asalmonada. En la esquina Este de la muralla, articulando el espacio urbano que forman el Hospital de Marina, la Plaza de Toros y el Museo de la Guerra Civil, aparece un edificio de bloques de colores que termina la muralla. Estos bloques se elevan sobre una edificación del siglo XIX que se debe conservar y que se convierte en el patrón de la nueva edificación.
A pesar del considerable volumen edificatorio a solucionar, las transparencia y el reflejo del cielo proporcionados por los materiales utilizados – vidrio y aluminio-, así como el suave color de las persianas y las dimensiones de los volúmenes obtenidos mediante los cortes y las grietas garantizan una construcción fragmentada, ligera, y cristalina.
El fraccionamiento en volúmenes permite su eliminación progresiva en las últimas plantas, produciendo un efecto de desaparición de la arquitectura y sustitución por el espacio vacío que forman las amplias terrazas que disfrutan de las vistas de la bahía de Cartagena.
La fachada se resuelve casi completamente en vidrio para aprovechar su situación urbana con vistas espectaculares sobre el mar. La orientación de las fachadas y el suave clima de la ciudad permiten prescindir casi completamente de protecciones exteriores y aprovechar al máximo la oportunidad de abrir los espacios de las viviendas a las inmejorables vistas.