La actuación en El Cuervo jazz bar dota de un carácter excepcional a un pequeño local en la ciudad de Cartagena. El nombre del local, el jazz, el logo de Ángel Charris y la vajilla pintada por Gonzalo Sicre, son el punto de partida para la concepción del proyecto.
La estrategia generadora del proyecto es el uso del negro, un color en relación con los factores antes mencionados y que dota a El Cuervo de un carácter especial. El negro se usa con diferentes intenciones y de diferentes formas. En su exterior, el recubrimiento continuo de ladrillo cerámico perforado negro contrasta, en color y textura, con el edificio donde se emplaza. Este fondo negro potencia el logo del Cuervo, una estrella amarilla que señala el acceso e invita a entrar.
En el interior, la madera, el mimbre de cercado, la luz tamizada y el color negro como unificador de todo, generan una atmósfera acogedora y hacen de la oscuridad, algo confortable. Programáticamente, el bar se organiza de una forma muy rotunda. Una barra longitudinal divide el espacio en dos espacios diferenciados: una zona de servicio, oficio y almacén, y una zona de mesas, aseos y estancia.
El color negro que lo inunda todo, se presenta en un amplio grado de matices y texturas. Esta heterogeneidad se aprecia gracias al control tanto de la luz natural exterior como de la artificial. La iluminación bajo la barra y estantes destaca las diferencias entre los acabados, así como las lámparas colgantes de mimbre filtran la luz dotando al espacio de una iluminación óptima. Por último, los paramentos verticales de cañizo generan una sensación acogedora, como si de un nido de ave se tratase, haciendo alusión al nombre del local.
El jazz y el blues se funden en la oscuridad de El Cuervo jazz bar, generando una atmósfera relajante y única, propicia para una experiencia inolvidable de música y relajación.